Los primeros que conocí fueron los 4 Fantásticos, junto con Hulk y Spiderman, pero probablemente por su increíble escudo y su maravilloso disfraz mi favorito siempre fue el Capitán América.
Cada uno de estos personajes tenía algo especial, una dote o mejor aún un superpoder que podían desatar durante las peleas.
Cuántos sueños y fantasías tuve de niño sólo de pensar en lo que podría hacer si tuviera aunque sólo fuera uno de esos poderes.
Por eso, con el paso de los años, fue maravilloso descubrir, durante mis estudios de Programación Neurolingüística, que, efectivamente, disponemos de una serie de poderes especiales.
Como en el caso de los propios personajes de Marvel, se trata de dones sencillos que, bien desarrollados y entrenados, pueden convertirse en auténticos superpoderes.
Cada uno de nosotros tiene la capacidad de ejercitar y desarrollar cuatro grandes dones que, sí se reconocen y se utilizan, pueden convertirse, como he dicho, en maravillosas cualidades a nuestra disposición.
Son cuatro, y te los enumero según su prioridad de ejecución:
2- De comunicación y de saber pedir.
3- De las creencias y de las convicciones.
4- Del enfoque y de fijar objetivos.
No se trata de la capacidad de poder tomar buenas o malas decisiones o de saber elegir entre cuales tomar (las más importantes).
Las que acabamos de enumerar son sólo la subespecie del poder real, que consiste mucho más sencillamente en el poder decidir.
Eres tú y sólo tú quien decide lo que quieres y lo que no quieres, para ti, en tu vida, y desde luego nunca, los demás por ti.
Los demás nos influyen y a menudo nos hacen decidir, pero nunca deciden por nosotros.
Siempre eres tú quien determina adónde ir o adónde no ir, qué hacer o no hacer, qué decir o no decir.
Podemos afirmar que eres siempre y sólo tú quien decide por ti mismo incluso en las situaciones más difíciles y extremas de tu vida.
Increíblemente, él mismo afirma que todo lo que consiguió en su vida se lo debe precisamente y exclusivamente a esos años de reclusión forzosa en el campo, que le había arrebatado todo lo que tenía, incluida su familia.
A Frankl le debemos todos los estudios iniciales sobre logopedia y terapia psicológica afín, además de ser un brillante profesor universitario y reconocido psiquiatra, premiado varias veces en todo el mundo.
A menudo resumimos este concepto de forma muy sencilla con el dicho: «Mientras hay vida hay esperanza», y creo que estás de acuerdo conmigo en que no debemos limitarnos a decirlo, sino ponerlo en práctica todos los días.Por eso te invito a que escuche su audiolibro y reflexione sobre lo que nos dice.
El segundo superpoder de que disponemos incorpora en realidad otros dos:
Es el don de la comunicación combinado con el don de escuchar y saber pedir con motivación.
Empecemos por el don de la comunicación, al que está estrechamente ligado el uso del lenguaje.
En el desarrollo primordial de la raza humana, es precisamente al lenguaje al que se atribuye uno de los saltos evolutivos más importantes que ayudaron a diferenciar al hombre del resto de la Creación (aunque, a su manera, cada criatura y sistema vivo tenga su propio lenguaje corporal y verbal, que nunca podrán compararse ni remotamente con el lenguaje humano).
Como ya te he dicho, es precisamente gracias al lenguaje, al uso de la palabra y a un vasto vocabulario, que el hombre ha podido desarrollar todas las cualidades esenciales necesarias para poder comunicarse con sus semejantes, darse a conocer y ser aceptado en el seno de sus diversas comunidades.
Nosotros, como todos los demás seres vivos, no hemos nacido para vivir solos, también necesitamos a los demás para poder construir lo que formará la parte más importante de nuestra identidad.
Te invito a leer el primero de los tres hermosos libros de Yuval Noah Harari: Sapiens , en el que este profesor israelí explica cómo, al fin y al cabo, en la historia del universo, y concretamente también en la de la humanidad, todo se basa esencialmente en el intercambio de información y datos.
Aprender a escucharnos a nosotros mismos, aprender a dirigir e interpretar ese interminable diálogo interior (que desarrollamos a lo largo de nuestra vida) sigue siendo una de las «artes» más importantes y difíciles de nuestra vida.
Gracias a un reciente estudio de un grupo de psicólogos de la Universidad de Queen (Canadá) publicado en Nature Communications, sabemos que nuestra mente genera una media de 7.000 pensamientos en un solo día.
Imaginemos lo que ocurre cada mañana cuando nos plantamos delante del armario lleno de ropa y tenemos que elegir qué ponernos, indecisos, entre varios millones de combinaciones de colores posibles.
Utilizamos nuestros propios sistemas de creencias que sirven para acelerar nuestros procesos de toma de decisiones y reducir el tiempo que tardamos en elegir.
De este modo, un cálculo de infinitas probabilidades mentales se reduce a una decisión de unos segundos.
Por tanto, las certezas son sistemas que nos ayudan a tomar decisiones, incluso difíciles, en muy poco tiempo.
Si sólo fuera eso, sería maravilloso, lástima que a este mundo pertenezcan también las categorías de juicios, prejuicios e incluso supersticiones.
Absorbemos constantemente ideas y certezas a menudo sin haber comprobado su veracidad.
Es decir, sin saber si lo que nos dicen es realmente cierto o no, y nuestra mente creyéndolo cierto lo convierte en un postulado de verdad.
De hecho, decimos creer en lo que hemos visto u oído, pero a menudo es relativo a lo que creemos haber visto u oído.
La propia mente a veces no ve, o no quiere ver, lo que en realidad es evidente ante ella.
Aunque sepamos que existe una realidad objetiva, como el tiempo vinculado al paso de las horas, ésta también se subjetiviza.
Esto no explicaría por qué, a pesar de la existencia de un reloj, la gente sigue perdiendo trenes o llegando puntualmente tarde a sus citas.
( Todos tenemos el concepto de Realidad objetiva, pero luego creamos en nuestra mente una segunda distorsionada a causas de nuestros sentidos y nuestras emociones.
Y finalmente creamos una última, la tercera, que tomamos por cierta y definitiva, vinculada al mundo de nuestras certezas).
Cuarto y último poder a nuestra disposición: el don de poder concentrarnos y tener objetivos en la vida.
Nuestra mente es lo más concreto que poseemos, incluso más que nuestro cuerpo.
La mente vive por imágenes que crea en su interior.
Las crea en función de lo que desea conseguir en el curso de su existencia.
La mente transforma todo en imágenes analizando los pensamientos y utilizando los ojos que son nuestro espejo interior.
1- Concreto
2- Medible
3- Creíble
4- Positivo
5- Alcanzable
6- Coherente
Empecemos por los dos primeros: concreto y medible.
La mente siempre está buscando un propósito concreto que pueda darle, en el menor tiempo posible, su pequeña dosis de felicidad.
(Relee la parte relacionada con las certezas que desarrollamos en el párrafo anterior).
¿Te lo crees?
Mi coach Tony Robbins explica muy bien que el 98% de los fracasos en nuestra vida se deben a nuestra total incoherencia a la hora de abordar nuestros objetivos.
Una persona coherente tendrá la capacidad, independientemente de si es Aquiles o la tortuga, de alcanzar siempre sus objetivos.
Espero que tú también estés convencido de esto y que puedas analizar esta última parte de este artículo haciéndote tres preguntas importantes.
¿Qué quiero hacer con mi vida?
¿Puedo traducir mis deseos en objetivos sencillos?
¿Qué tendré que hacer para caminar por el delgado hilo de la coherencia hasta el final sin tropezar?
Así que quiero concluir este artículo volviendo al concepto inicial de los dones que tenemos a nuestra disposición.
Leí hace tiempo que, junto con el don de la vida y del tiempo, nuestro Creador nos da toda una serie de otros dones.
Es decir, al nacer todos tenemos la capacidad de desarrollar todo tipo de dones, ninguno excluido.